El tiempo como maestro: comprender el fin de un año desde la experiencia interior

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El cierre del año invita a revisar no solo los logros alcanzados, sino también las capacidades adquiridas, las relaciones que hemos construido y la verdadera dirección de nuestras motivaciones. Para un joven profesional que aspira a una carrera de impacto, esta reflexión es esencial: permite distinguir entre la inercia y la dirección, entre el movimiento y el progreso.

El tiempo no transcurre únicamente fuera de nosotros: también nos transforma desde dentro. (nos sumus tempora, nosotros somo el tiempo, como diría San Agustín de Hipona). Cada ciclo que concluye es un acontecimiento objetivo, una fecha en el calendario, pero también un acontecimiento interior; una ocasión para interpretar lo que hemos vivido. En esta doble dimensión, externa e interna, el cierre de un año debe presentarse como un ejercicio de autoconocimiento.

La primera enseñanza del tiempo es la irreversibilidad. Lo vivido no puede rehacerse, pero sí puede comprenderse. En esta comprensión reside la auténtica posibilidad de mejora. El ser humano no aprende solo por acumulación de experiencias, sino por la inteligencia con la que las interpreta. Por eso los clásicos afirmaban que la experiencia es “maestra” solo para quien sabe leerla.

La segunda enseñanza del tiempo es la finitud. No como límite paralizante, sino como recordatorio de lo que debe orientarse. Somos seres de proyectos, pero también de responsabilidad: cada decisión tiene un peso, cada acción expresa algo de quién somos y quién queremos llegar a ser. Revisar el año concluido es, así, un examen de la propia fidelidad a los principios que estructuran nuestra identidad, y por ende una ocasión para corregir.

Finalmente, el tiempo enseña la continuidad: nada empieza de cero. El año que llega no sustituye al que se va, sino que lo prolonga. Esto invita a abandonar la retórica del “nuevo comienzo de etapa” (cada día es ocasión única de recomenzar), para adoptar una visión más sobria: el tránsito a un nuevo año no es ruptura, sino integración. La pregunta no es qué queremos empezar, sino qué queremos proseguir con mayor hondura, qué merece ser fortalecido, qué debe ser corregido y qué debe ser dejado atrás.

No pocas veces han sido portada de periódico ceremonias de “colocación de la primera piedra” con sus invitados de honor y una exquisita puesta en escena. Por el contrario, pocas veces se tiene en cuenta la colocación de la última. Valga este símil para hacer notar la universal fascinación por empezar cosas, pero el escaso interés por terminarlas, O como escribió un maestro de vida interior: “empezar es cosa de muchos, perseverar es cosa de pocos. Ojalá nos encontremos entre el número de aquellos pocos, por qué, sin duda, el secreto del éxito en esta vida a todos los niveles consiste en aprender a recomenzar.

El tiempo, maestro de vida para quien quiere aprender, nos recuerda estos días de fin de ciclo que el momento por excelencia es el momento presente, el único en el que suceden las cosas. El examen, el balance de resultados de un año que termina, es ocasión perfecta para corregir, es decir, volver al camino recto, con la mirada puesta en un futuro que se empieza a decidir hoy, ahora.

Francisco Javier González, PhD. | Director Académico de IDADE y director académico de la Maestría Empresarial en Dirección Estratégica

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